¿Qué será del obradorismo sin AMLO en Palacio Nacional?

Rumor sin Fronteras / Por Gerardo Pérez García

 

El periodista Jorge Zepeda Patterson escribió ayer en Milenio: “El Presidente procede de una corriente emanada de la Revolución que quedó trunca en sus aspiraciones sociales; su relación con la izquierda capitalina de las tribus ha sido táctica, nunca una fusión y mucho menos una subordinación”.

“Definir la verdadera filiación política de Andrés Manuel López Obrador es tan complicado como definir a la izquierda. Coinciden, sí, en la aspiración fundamental por una sociedad que deje atrás la injusticia social y la pobreza y excesos del capitalismo.

“Sin embargo, el pensamiento político y social de López Obrador no es el mismo que el de las corrientes de las izquierdas urbanas, sean las de la militancia histórica o las de inspiración socialdemócrata moderna.

“Lo anterior viene a cuento por lo que sucedió en Ciudad de México. Lo que vimos fue una reacción contra la candidatura de Omar García Harfuch de parte de cuadros y militantes que reivindican las banderas ideológicas del movimiento y repudiaron la externalidad del origen político y profesional del ex jefe de la policía”.

“En los medios de comunicación fueron llamados puros o radicales, los propios protagonistas se definían como pertenecientes a la izquierda en contraposición a un candidato que no procedía de ella”.

Inquiere en su columna Pensándolo Bien:

“¿Qué es el obradorismo?… lo que haga, decida y piense López Obrador, trátese del Ejército, de las relaciones con Washington o las variables macroeconómicas de corte neoliberal. Todo es instrumental de cara a la consigna “Primero los pobres”. Se vale.

Pero una vez que el líder se retire el tema se hace imprescindible, porque ya se habla de los riesgos de que el gobierno de la continuidad siga siendo leal a la izquierda.


¿En qué momento una estrategia de conciliación o de inclusión de sectores medios en el próximo gobierno, si la hubiera, será cuestionada por esta izquierda como una traición a los principios ideológicos?”.

Abunda Jorge Zepeda:

“Habría que entender que el priismo de Tabasco, Garrido Canabal incluido, en el que López Obrador creció, fue más radical que el del resto del país. A los 29 años fue presidente del partido en aquel estado e intentó un asambleísmo popular que fue repudiado por los caciques políticos. Cinco años después, se unió a la Corriente Democrática que rompió con el PRI de Salinas de Gortari, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros, impugnaron la deriva tecnócrata que se impuso en el partido y se rebelaron ante el abandono de las políticas asistencialistas y la preeminencia del Estado.

“Vamos, no surgió de la oposición, sino de la exigencia ortodoxa frente a los disidentes que tomaron el control.

“Al definir a su movimiento como el de un humanismo mexicano, en realidad López Obrador reivindica la tradición histórica de la irrupción del México profundo en momentos políticos como la Independencia, la Reforma y la Revolución, y los breves e infructuosos intentos de “institucionalizar” esa irrupción: Benito Juárez, Francisco I. Madero o Lázaro Cárdenas.

“López Obrador entiende que había una tendencia en el PRI en esa dirección que se quedó corta y frustrada. Es incorrecto creer que el tabasqueño intenta el restablecimiento trasnochado del PRI de Echeverría y López Portillo de los años setenta.

“Su relación con la izquierda capitalina de las tribus ha sido táctica, nunca una fusión y mucho menos una subordinación. Nunca les dio un protagonismo real.

 

Cuando dejó el Gobierno de Ciudad de México en 2006, la joya de la corona, se la entregó a Marcelo Ebrard de filiación centrista; los últimos presidentes de Morena, la empresaria Yeidckol Polevnsky y el itamita Mario Delgado, no proceden de la izquierda; los coordinadores del Poder Legislativo de la 4T fueron ex priistas (Ricardo Monreal o los primos Mier de Puebla); el gabinete mismo fue formado por todas las corrientes, pero con escasa representación de las tribus. A la izquierda le ha permitido sumarse, nunca dirigir.


“Irónicamente, una idea muy actual, por otro lado Susan Nejman, una influyente filósofa de la izquierda, ha sacudido a estos ambientes con su reciente libro (Left is not woke) Una crítica acerba de estas nuevas agendas socialdemócratas que, en su opinión, han tribalizado, oscurecido y postergado la verdadera esencia de la izquierda: la lucha contra la injusticia universal y en favor del oprimido, definido por las necesidades más básicas del ser humano”.

El periodista en su extenso análisis pone el “dedo sobre las íes”:

“Sin López Obrador en la conducción, el obradorismo se convierte en un enigma para lo que sigue. Basta ver la composición de los 23 gobernadores y los nuevos candidatos que aspiran a serlo.


“Existe un corpus de banderas explícitas y políticas públicas desde luego, pero habrá muchos aspirantes a presentarse como los guardianes de la fe, los verdaderos intérpretes de un canon que, en realidad, no existe más que en la mente de muchos de ellos. Sobre todo si consideramos la laxitud de la noción de izquierda en la que se  autodefinen por igual desde Xóchitl Gálvez hasta Marx Arriaga o John Ackerman”.

“Claudia Sheinbaum no perteneció a ese PRI, del que proceden muchos de los cuadros, pero, contra lo que se piensa, tampoco fue de las tribus tradicionales de la izquierda militante que hoy espera un ascenso”, remata Zepeda Patterson.

Lo anterior lleva al cuestionamiento:

¿Qué será del obradorismo, sin López Obrador en Palacio Nacional?

Interrogante que se dilucidará después del primer año de gobierno de Sheinbaum, claro de ganar la Presidencia de México.

Antes no, pues la presencia de AMLO rondará las 24 horas en Palacio Nacional.

Por cierto, ¿Claudia Sheinbaum y su esposo Jesús María Tarriba vivirán en Palacio Nacional?

Al tiempo.