EL TRIUNFO DE KAST EN CHILE: UNA ALERTA PARA MORENA

En las elecciones presidenciales de Chile celebradas el 14 de diciembre de 2025, José Antonio Kast, líder del Partido Republicano, obtuvo una victoria contundente con más del 58% de los votos, derrotando a la candidata de izquierda Jeannette Jara, del Partido Comunista, quien quedó con alrededor del 42%. Esta elección representa un giro drástico hacia la derecha en un país que, bajo el mandato de Gabriel Boric, había impulsado reformas progresistas. Kast, un ultraconservador admirador de Augusto Pinochet, se convertirá en el presidente más derechista desde la dictadura, asumiendo el cargo en marzo de 2026. Su triunfo no solo cierra un ciclo de gobiernos de izquierda en Chile, sino que refleja un malestar generalizado en la sociedad chilena, exacerbado por la inseguridad y la migración.
Las causas del ascenso de Kast tienen que ver factores económicos y sociales. Chile ha enfrentado un estancamiento económico, con bajo crecimiento per cápita durante la última década, lo que ha disminuido la confianza en las políticas de izquierda. La percepción de aumento en la delincuencia y la migración irregular ha sido clave; Kast capitalizó estos temores prometiendo mano dura y expulsiones masivas de indocumentados al estilo Trump. Además, el fracaso de los gobiernos de centro-izquierda en abordar la desigualdad y la corrupción ha abierto espacio a figuras populistas de derecha. El auge de iglesias evangélicas, tradicionalmente católico, también ha impulsado valores conservadores, alineándose con la agenda anti-aborto y pro-familia tradicional de Kast.
Este fenómeno no es aislado; forma parte del avance de la ultraderecha en América Latina en 2025. Países como Argentina, con Javier Milei, han visto triunfos similares basados en promesas de orden y liberalismo económico extremo. La región experimenta una «revolución de la derecha» impulsada por crisis económicas, inseguridad y el descrédito de la izquierda, que ha perdido terreno ante narrativas anti-comunistas y culturales. En Bolivia y otros naciones como Paraguay o El Salvador, la fragmentación de movimientos progresistas ha facilitado este giro, alineándose incluso con figuras globales como Donald Trump.
Bajo este panoramala dirigencia de Morena en México debería tomar nota de estas causas para evitar un destino similar. El gobierno de Claudia Sheinbaum ha avanzado en políticas sociales y económicas, fortaleciendo la soberanía y combatiendo la desigualdad, lo que marca una diferencia con los fracasos chilenos. Sin embargo, la cúpula partidista debe poner sus barbas a remojar: ignorar el malestar por corrupción interna, inseguridad y estancamiento podría abrir puertas a la derecha mexicana.
Decía Colosio “el gobierno actua y el partido resiente” aquí es al revés el partido y sus escándalos políticos son el problema. La presidenta mantiene a flote el barco con sus posicionamientos frente al gobierno de EEUU y su política injerencista que hasta Trump la reconoce pero su partido debe estar a la altura de los tiempos.
El bono democrático se agota en el ejercicio de cualquier gobierno y la oposición en México está esperando una señal que venga del exterior como pasó con Corina Machado que paradójicamente obtuvo el premio Nobel de la Paz, promoviendo el conflicto y la intervención como solución al problema político que vive ese país.