Un año de transformación humanista en Puebla

Un año de transformación humanista en Puebla

Por Ximena Arantxazu López Gómez

Ha transcurrido un año desde que Alejandro Armenta Mier asumió el timón del gobierno poblano, y si algo define este primer capítulo de su gestión, es la audacia de una transformación arraigada en el humanismo mexicano. No se trata de un mero cambio de fachada, sino de una ruptura profunda con el «viejo régimen» que, durante décadas, priorizó el poder por encima de las personas. En su Primer Informe de Gobierno, rendido este fin de semana ante el Congreso estatal, Armenta no solo presentó cifras –impresionantes, por cierto–, sino que delineó una visión: un Puebla que camina de la mano con la Cuarta Transformación nacional impulsada por la presidenta Claudia Sheinbaum, donde la honestidad, la justicia social y el bienestar colectivo son los pilares inquebrantables.

Reflexionar sobre este año es inevitablemente un ejercicio de esperanza templada por la realidad. Armenta llega fortalecido, como lo atestiguan los resultados concretos que colocan a Puebla como referente nacional. La inversión histórica de mil 240 millones de pesos en seguridad ha traducido en una baja significativa de delitos de alto impacto, fortaleciendo corporaciones y desplegando la estrategia «Puebla Segura». Paralelamente, el fin de la deuda del Museo Internacional Barroco (MIB) y su metamorfosis en la Universidad de las Bellas Artes de Puebla simbolizan no solo un rescate patrimonial, sino un compromiso con la cultura como motor de equidad. Y en el ámbito social, la distribución de 51 millones de raciones alimenticias a 534 mil niñas y niños, junto con la consolidación del Centro Poblano de Salud Mental Integral (CEPOSAMI), evidencia un gobierno que atiende las raíces de la vulnerabilidad.

Pero esta transformación no es un monolito; es un mosaico tejido con hilos de inclusión y empatía. Armenta ha insistido en una «nueva ética desde el poder», donde el servidor público se subordina al pueblo, no al revés. En un contexto nacional donde la honestidad se erige como antídoto al corruptionismo endémico, Puebla contribuye decididamente al proyecto sheinbaumista, alineando sus 217 municipios en una sintonía que trasciende lo partidista. Es un año de siembra: 15 proyectos prioritarios para 2026 ya anunciados, desde obras comunitarias hasta desarrollo económico, que prometen un crecimiento con rostro humano. Claro, no todo es idílico –la inercia burocrática y los retos presupuestales persisten–, pero el pulso de este gobierno late con una urgencia transformadora que invita a la complicidad ciudadana.

En medio de esta narrativa de cambio, brilla con luz propia el apoyo incondicional y sin reparos hacia las mujeres poblanas. Armenta no ha escatimado en gestos ni recursos para posicionar la equidad de género como eje transversal de su administración. Bajo su liderazgo, Puebla ha abrazado con fervor la coordinación estatal del programa federal Centros LIBRE (Centros de Libertad para las Mujeres), impulsado por la Secretaría de las Mujeres del Gobierno de México. Estos espacios comunitarios, diseñados como refugios integrales contra la violencia, han multiplicado su presencia: hoy, el estado cuenta con 25 Centros LIBRE y 18 Casas Carmen Serdán –en honor a la heroína poblana–, sumando 44 puntos de atención que transforman vidas.

Imaginemos por un momento el impacto: mujeres en situación de violencia que reciben acompañamiento jurídico, psicológico y social inmediato; redes comunitarias que se tejen para fomentar el liderazgo femenino y la autonomía económica; y una perspectiva de derechos humanos que permea cada servicio, desde la prevención hasta la reparación del daño. Armenta, alineado con la visión de Sheinbaum –quien en su gira por el interior de la república reiteró «es tiempo de mujeres sin violencia»–, ha hecho de estos centros un modelo exitoso de federalismo cooperativo.

Este apoyo no es condescendiente ni performativo; es incondicional porque reconoce a las mujeres no como víctimas pasivas, sino como agentes de cambio. En un país donde la violencia de género sigue cobrando vidas –una cada dos horas, según datos recientes–, la apuesta de Armenta por estos centros es un faro de esperanza. Refleja un gobierno que entiende que la transformación verdadera comienza en la casa, en la calle, en el corazón de quien ha sido silenciada.

A un año de distancia, el balance de Alejandro Armenta es el de un gobernador que ha optado por la osadía humanista en tiempos de cinismo. Ha sembrado semillas de seguridad, equidad y honestidad que, si se riegan con vigilancia ciudadana, florecerán en un Puebla más justo. Pero el verdadero examen vendrá en los próximos meses: ¿sostendrá este ritmo? ¿Ampliará aún más la red de protección para las mujeres? La respuesta la daremos entre todos. Por ahora, celebremos este primer capítulo como lo que es: un paso firme hacia la libertad colectiva. Porque, como bien lo dijo Armenta, «el gobierno que encabezo no tiene derecho a fallar». Y en eso, al menos por ahora, no lo ha hecho.

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