“La infancia digital: efectos oscuros de la inteligencia artificial en la educación”

“La infancia digital: efectos oscuros de la inteligencia artificial en la educación”

Por Norberto Catalán

En medio del asombroso avance de la inteligencia artificial (IA), la educación ha encontrado nuevas herramientas para personalizar el aprendizaje, automatizar procesos y ampliar el acceso al conocimiento. Pero no todo lo que brilla en el mundo digital es oro. Detrás del entusiasmo tecnológico, se esconde una amenaza silenciosa para el desarrollo cognitivo, emocional y social de las nuevas generaciones: la sobreexposición infantil a entornos mediados por algoritmos.

La IA está rediseñando la forma en que los niños aprenden. Plataformas educativas adaptativas, asistentes virtuales, aplicaciones que prometen enseñar idiomas o matemáticas a través de inteligencia artificial… todo parece conveniente y prometedor. Sin embargo, cuando la interacción humana es sustituida por pantallas, cuando el pensamiento crítico es reemplazado por respuestas automáticas, el proceso educativo pierde su esencia: formar seres humanos conscientes, reflexivos y socialmente empáticos.

Estudios recientes advierten que el uso excesivo de IA en edades tempranas puede alterar el desarrollo de funciones cognitivas fundamentales, como la atención sostenida, la memoria de trabajo y la capacidad para resolver problemas complejos. Cuando una aplicación “piensa por el niño”, el cerebro deja de esforzarse. Esto no solo debilita el aprendizaje profundo, sino que reduce la tolerancia a la frustración, la perseverancia y el pensamiento independiente.

Además, el impacto emocional es innegable. Las herramientas basadas en IA suelen estar diseñadas para maximizar la atención a través de estímulos constantes, generando dependencia y reduciendo la capacidad de los niños para aburrirse de forma creativa, una habilidad crucial para el desarrollo de la imaginación. La dopamina, el neurotransmisor asociado al placer, se activa constantemente con estos estímulos, lo que podría estar generando cerebros cada vez más impacientes, impulsivos y ansiosos.

No menos preocupante es el debilitamiento de las habilidades sociales. Si los niños interactúan más con algoritmos que con personas reales, su empatía, lenguaje no verbal y habilidades de convivencia se ven comprometidas. La educación no es solo un proceso de adquisición de información, sino de humanización. La IA puede apoyar, pero nunca sustituir la mirada, la voz y la presencia de un maestro, ni el juego espontáneo entre pares.

La solución no está en demonizar la tecnología, sino en establecer límites éticos y pedagógicos claros. Necesitamos formar educadores y padres conscientes del uso equilibrado de estas herramientas. La IA debe ser una aliada, no una niñera digital ni un sustituto del pensamiento.

Estamos educando a la primera generación de seres humanos que crecerán con inteligencia artificial como parte de su entorno cotidiano. La pregunta urgente es: ¿serán más inteligentes, o solo más dependientes?

Norberto Catalán
Master Trainer Neuroliderazgo Directivo y Programación Neurolingüística.

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