Nuestros mártires huitziltecos

Nuestros mártires huitziltecos

Por: Adrián Salazar

En este mes de octubre, se cumple un aniversario luctuoso más de dos jóvenes huitziltecos que perdieron la vida siendo ejemplo de la clase de hombres que el país necesita para poder cambiar radicalmente, en beneficio de la clase trabajadora.

En 2017, a Manuel Hernández Pasión lo asesinaron sicarios del cacicazgo de la Sierra Nororiental de Puebla ante el temor a que él, como presidente municipal de Huitzilan, pero sobre todo líder social, organizara a los campesinos de la región en las filas del antorchismo, organización a través de la cual, se le ha cambiado favorablemente a miles de personas.

Un año más tarde, mientras cumplía con sus tareas de antorchista, Berenice Bonilla López, la vida le fue arrebatada en un fatal accidente automovilístico; hasta el final, ella siguió llevando arte y cultura, no como un artista de renombre de foros exclusivos, sino como una docente revolucionaria que, en los lugares más alejados y olvidados, enseñaba arte y, sobre todo, a sentirnos orgullosos de la majestuosidad de nuestra cultura.

Como presidente municipal, de su natal Huitzilan de Serdán, Manuel Hernández Pasión fue un hombre que supo guiar por el camino correcto a su pueblo, no era el político tradicional, de esos que abundan en nuestro país que buscan el cargo para enriquecerse y beneficiarse, Manuel era un hombre noble, trabajador y culto.

Era buen orador, hablaba tanto en español como en náhuatl, eso le permitía dialogar sin problema con cualquier persona que llegara a buscarlo en busca de atención para cualquier tema.

Él era hijo del Huitzlán que floreció de la mano del Movimiento Antorchista, y con esa guía, se interesaba por el estudio, la lectura, la poesía, la práctica de las artes y también del trabajo manual y colectivo.

Una particular forma de trabajo que, desde que llegó Antorcha, permitió el desarrollo material, lo cual, a su vez, ayudó a mejorar considerablemente la vida de los campesinos.

En esencia, es el claro ejemplo del “hombre nuevo” que busca Antorcha, personas dispuestas a entregarse a la lucha revolucionaria para transformar las actuales condiciones materiales que laceran la vida de millones y millones de mexicanos como en su momento sucedió con el pueblo huitzilteco al estar bajo el yugo del cacicazgo más rapaz en complicidad del Estado.

Bere, fue una joven que también creció en un Huitzilán de Serdán trabajador, seguro y con educación, muy distinto al de generaciones anteriores.

Un entorno de este tipo, donde podían andar por las calles libremente y con total seguridad, donde había escuelas de todos los niveles académicos, donde se fomenta en los niños, desde pequeños, el deporte, la ciencia y las artes, permitió que ella pudiera descubrir su pasión desde muy pequeña.

Su gusto por la poesía, la declamación y los bailables la llevaron a profesionalizarse en ello, cursando así, sus estudios profesionales en el Institutos de Artes Macuil Xochitl.

Ella compartía la visión del Movimiento Antorchista de que el arte surge de las entrañas del pueblo trabajador y es a este mismo pueblo a quien debe volver el arte; que el arte no debe ser separado del pueblo porque eso sería mutilar una de sus formas de expresión más importante; que el arte también es un arma transformadora de conciencias que, puede y debe servir como herramienta para educar al pueblo trabajador, reflejar la realidad y mostrársela al espectador para que, a través de estas memorias del pueblo, conozcan y entiendan su realidad y tomen acciones concretas para transformarla.

Sin duda alguna, ambos jóvenes huitziltecos, que dedicaron su vida a educar y organizar al pueblo de México, son la síntesis del trabajo antorchista, que cuando hay las condiciones materiales adecuadas para atender las necesidades básicas del hombre, éste puede desarrollarse plenamente a un nivel superior, lo que permite una visión más amplia para entender la realidad material y, en consecuencia, transformarla en beneficio de la clase trabajadora que, por lo menos en nuestro país, somos la inmensa mayoría.

Si bien es cierto que aún duele su partida, los recordamos con orgullo, no sólo por quienes fueron, sino porque sus acciones aún retumban en nuestras vidas, y eso nos da ánimo para seguir en esta lucha.

Como dijo el comandante Fidel: son de esos hombres difíciles de igualar y prácticamente imposibles de superar.

Pero diremos también que hombres como él (ellos) son capaces, con su ejemplo, de ayudar a que surjan hombres como él (ellos).

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